miércoles, 4 de noviembre de 2015

HIMNO A LA LENTITUD, 4


“Del cesto de frescor del diccionario”:
Lo que importa, de Antonio Rivero Taravillo


En la poesía hay territorios que se diría que pertenecen a determinados poetas. No sé si a esa pertenencia se llega como okupa, como inquilino legal, como heredero o como explorador que se quedó a vivir allí. Creo que en el caso de Antonio Rivero Taravillo ocurre más bien esto último. En Lo que importa, el poeta vuelve a invitarnos a entrar, por ejemplo, en el reino de la librería venerable (espléndido “Waterstones, Piccadilly”).  O nos lleva a escuchar una conversación con el rey Lear, o las campanadas que doblan desde un verso de Donne. O a pensar la belleza a partir de los ensoñadores  diseños de William Morris. Me gustan los poemas que invitan a las brumas y lejanías de Thules y de Irlandas y demás islas y costas, celtas o antárticas, verdes y erguidas sobre nebulosos acantilados. Son estos poemas (y las traducciones que “suceden” en estos territorios) los que me conmueven de Rivero Taravillo. Los frecuento cuando necesito imperiosamente rehuirme: me llevan a unos nortes o a un frío sur que seguramente solo existen en la poesía. Son los viajes que nunca hice y que me llaman: es lo que importa.


Del “Homenaje a W. Morris”:


la aguda herida de sentir lo horrendo/
que asedia la hermosura y no la rinde
…buscando las dianas de los ojos/
igual que al corazón buscan los símbolos/
 que vienen por los siglos al galope/

con sus espuelas trágicas









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