jueves, 29 de octubre de 2015




UN APARTAMENTO EN BABEL, 2

Un poema a tono con estas fechas lúgubres de la hiperdecadente Renée Vivien*:

                                






La Plañidera

Vende a los transeúntes su llanto mercenario
como otras el incienso y el olor de los besos.
En sus ojos calmados ya no arde el amor.
Su ropa tiene el pliegue rígido del sudario.
[...]
De noche, cuando cesa el olor de la aguileña
y acude a iluminar los prados la luciérnaga,
se tiende entre los muertos que antes ha llorado
–entre reyes sangrantes y entre pálidas vírgenes.

Al pie de los cipreses –apagadas antorchas–
se acerca a compartir su lecho deseado.
La sombra sin lamentos del sepulcro la colma
con extintos deseos y olvidados gemidos.

Acude a prolongar su sueño solitario,
borracha de lujurias y de vagos calores;
a sentir, con el rostro afiebrado de flores,
los antiguos placeres que duermen bajo tierra.


                        


La Pleureuse

Elle vend aux passants ses larmes mercenaires / Comme d’autres l’encens
et l’odeur des baisers / L’amour ne brûle plus dans ses yeux apaisés /
Et sa robe a le pli rigide des suaires.
[...]
Vers le soir, quand décroît l’odeur des ancolies / Et quand la luciole
illumine les prés, / Elle s’étend parmi les morts qu’elle a pleuré, / Parmi les
rois sanglants et les vierges pâlies;

Sous les cyprès qui semblent des flambeaux éteints / Elle vient partager
leur couche désirable, / Et l’ombre sans regrets des sépulcres l’ accable /
De sanglots oubliés et de désirs atteint.

Elle y vient prolonger son rêve solitaire / Ivre de vénustés et de vagues
chaleurs, / Et sentir, le visage enfiévré par les fleurs, / D’anciennes voluptés
sommeiller dans la terre.


*La pasión se contempla en Vivien como destino absoluto.
Unos textos se proponen la glorificación sin trabas del puro
impulso pasional. Otros, en cambio, constatarán la destructividad
inevitable de la pasión así asumida. Este programa vital
provoca un brusco choque frontal contra la realidad y sus rígidos
compartimentos. Renée Vivien, que no se adaptó ni a
su país natal, ni a su familia, ni a los usos amorosos y sociales
de su época y ni siquiera al nombre que le impusieron, tampoco
adapta su escritura a las convenciones esperadas.
Por todo ello, Vivien no podía incorporar la ciudad como
territorio propio al modo baudelairiano: su poesía es antiurbana.
Las excluidas no encuentran lugar en la plaza pública; a
lo sumo reivindican el jardín, una extensión del recinto privado:
«El mundo es un jardín de placer y de muerte».
Fracasados los refugios ideales –la noche, el vino, Lesbos,
los interiores decadentes, los jardines privados, las fantasías
del más allá o del futuro–, sólo queda la fruición en la idea
de la Muerte, cada vez más presente en sus libros. «Let the
Dead bury their Dead», un poema con resonancias bíblicas
y título inglés –lengua materna al fin–, ejemplifica el fervor
tanático de Renée Vivien. Su insistencia rebelde en no adaptarse
a un mundo que no reconocía sus anhelos la obligó a la
autodesaparición y al sacrificio de sus sueños:

     Llega la noche. Voy a sepultar mis muertos:
ensueños y deseos, dolor, remordimientos.
   Todo el pasado. Voy a sepultar mis muertos.

 (RENÉE VIVIEN, Poemas, traducción y prólogo de Aurora Luque, Igitur, Tarragona, 2007)



 
Collar con murciélagos de lapislázuli que perteneció a Nathalie Barney, amante de Renée Vivien.



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