sábado, 31 de octubre de 2015


DEL BAÚL DE POLIMNIA, 1

Un poema de amor a los libros

Los libros son equipamientos para la navegación. Amo navegar. Me gustan los ferrys, las jábegas, el water taxi de Boston y los galeones del dieciocho, pero no los cruceros ostentosos y cargados de ocio irritante. Me gustaría haberme embarcado en aquella ocasión en que Dioniso hizo brotar racimos y pámpanos del mástil.



Un periscopio con el horizonte

Si frecuenté los libros, ciertos libros,
fue porque regalaban amistad,
bálsamos para el mal de la rutina,
no sé qué compañía en noches duras
o en el apetecer acantilados,
tertulias con mujeres y hombres de cien plazas,
consolación en horas
de asombrosa miseria.

Sí, frecuento los libros porque ellos me regalan
formas apasionadas de amistad:
fabulosos veranos envasados,
el amoroso arte de mirar
con ojos de palabras,
llaves para hospedarme en islas mudas
-desnuda de cintura para abajo,
desnuda de cintura para arriba,
desnuda cuerpo adentro-
y posibilidades de zarpar
desde puertos antiguos y canallas
con la tripulación de los poetas.

Seguirás abrazando los libros que regalan
su camaradería
y un periscopio con el horizonte.




Aurora Luque





jueves, 29 de octubre de 2015




UN APARTAMENTO EN BABEL, 2

Un poema a tono con estas fechas lúgubres de la hiperdecadente Renée Vivien*:

                                






La Plañidera

Vende a los transeúntes su llanto mercenario
como otras el incienso y el olor de los besos.
En sus ojos calmados ya no arde el amor.
Su ropa tiene el pliegue rígido del sudario.
[...]
De noche, cuando cesa el olor de la aguileña
y acude a iluminar los prados la luciérnaga,
se tiende entre los muertos que antes ha llorado
–entre reyes sangrantes y entre pálidas vírgenes.

Al pie de los cipreses –apagadas antorchas–
se acerca a compartir su lecho deseado.
La sombra sin lamentos del sepulcro la colma
con extintos deseos y olvidados gemidos.

Acude a prolongar su sueño solitario,
borracha de lujurias y de vagos calores;
a sentir, con el rostro afiebrado de flores,
los antiguos placeres que duermen bajo tierra.


                        


La Pleureuse

Elle vend aux passants ses larmes mercenaires / Comme d’autres l’encens
et l’odeur des baisers / L’amour ne brûle plus dans ses yeux apaisés /
Et sa robe a le pli rigide des suaires.
[...]
Vers le soir, quand décroît l’odeur des ancolies / Et quand la luciole
illumine les prés, / Elle s’étend parmi les morts qu’elle a pleuré, / Parmi les
rois sanglants et les vierges pâlies;

Sous les cyprès qui semblent des flambeaux éteints / Elle vient partager
leur couche désirable, / Et l’ombre sans regrets des sépulcres l’ accable /
De sanglots oubliés et de désirs atteint.

Elle y vient prolonger son rêve solitaire / Ivre de vénustés et de vagues
chaleurs, / Et sentir, le visage enfiévré par les fleurs, / D’anciennes voluptés
sommeiller dans la terre.


*La pasión se contempla en Vivien como destino absoluto.
Unos textos se proponen la glorificación sin trabas del puro
impulso pasional. Otros, en cambio, constatarán la destructividad
inevitable de la pasión así asumida. Este programa vital
provoca un brusco choque frontal contra la realidad y sus rígidos
compartimentos. Renée Vivien, que no se adaptó ni a
su país natal, ni a su familia, ni a los usos amorosos y sociales
de su época y ni siquiera al nombre que le impusieron, tampoco
adapta su escritura a las convenciones esperadas.
Por todo ello, Vivien no podía incorporar la ciudad como
territorio propio al modo baudelairiano: su poesía es antiurbana.
Las excluidas no encuentran lugar en la plaza pública; a
lo sumo reivindican el jardín, una extensión del recinto privado:
«El mundo es un jardín de placer y de muerte».
Fracasados los refugios ideales –la noche, el vino, Lesbos,
los interiores decadentes, los jardines privados, las fantasías
del más allá o del futuro–, sólo queda la fruición en la idea
de la Muerte, cada vez más presente en sus libros. «Let the
Dead bury their Dead», un poema con resonancias bíblicas
y título inglés –lengua materna al fin–, ejemplifica el fervor
tanático de Renée Vivien. Su insistencia rebelde en no adaptarse
a un mundo que no reconocía sus anhelos la obligó a la
autodesaparición y al sacrificio de sus sueños:

     Llega la noche. Voy a sepultar mis muertos:
ensueños y deseos, dolor, remordimientos.
   Todo el pasado. Voy a sepultar mis muertos.

 (RENÉE VIVIEN, Poemas, traducción y prólogo de Aurora Luque, Igitur, Tarragona, 2007)



 
Collar con murciélagos de lapislázuli que perteneció a Nathalie Barney, amante de Renée Vivien.



martes, 27 de octubre de 2015




ESTACIÓN MARÍA ZAMBRANO, 2












En mayo de 2005 aparecía Olas atlánticas, antología bilingüe de la poeta gallega Xohana Torres preparada por el profesor Luciano Rodríguez.
Era el número 86 de Puerta del Mar, una veterana colección de poesía editada por el  CEDMA, Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga que estaba bajo la responsabilidad política de Izquierda Unida en aquellos años.
Xohana Torres (Santiago de Compostela, 1931) es una enorme autora que nos sedujo con poemas como “He fundado una orilla de memorias”, “Sibila en Ribadavia”, “Nave negra”, “Rosalía”… Yo la recibí en cierto modo como la Sophia de Mello de Galicia, y memoricé el verso final de “Penélope” como un lema vital:

 Eu tamén navegar.



                                        Penélope


     DECLARA el oráculo:

             “Que hacia el atardecer es mar de muertos,
             incierta, última luz, no tendrás miedo.

              Que ramos de laurel alzan muchachas.
              Que color de malva se decide el racimo.

              Que alcances de esas patrias la vendimia.
Que amaine el viento, beberás el vino.

Que sirenas sin voz la vela empujen.
Que un sumario de espuma por la rocas”.

     Así habló Penélope:

             “Existe la magia y puede ser de todos.
             ¿A qué tanto ovillo y tanta historia? 
              YO TAMBIÉN NAVEGAR”.



                              Penélope

DECLARA o oráculo:

            “Que á banda do solpor é mar de mortos,
            incerta, última luz, non terás medo.

            Que ramos de loureiro erguen rapazas.
            Que cor malva se decide o acio.

            Que acades desas patrias a vindima.
            Que amaine o vento, beberás o viño.

            Que sereas sen voz a vela embaten.
            Que un sumario de xerfa polos cons”.

Así falou Penélope:

            “Existe a maxia e pode ser de todos.
            ¿A que tanto nobelo e tanta historia?
            EU TAMÉN NAVEGAR.”





         


lunes, 26 de octubre de 2015


HIMNO A LA LENTITUD, 2

Bienamadas imágenes de Ítaca



¡Han dejado una isla en mi buzón! Una Ítaca, la de Cavafis, traducida  por Vicente Fernández González, ilustrada por Federico Delicado y editada por Nórdica libros. Un libro-isla. El formato invita a una lectura bien paladeada: de uno a tres versos por página par; en cada impar, una ilustración. Las guardas, con mapas, piden también ser degustadas. Al final se reproduce el poema seguido tanto en el griego original como en esta meditada traducción. Y meditadas y definitivas son las palabras iniciales del traductor:

“El viaje de Ítaca no es el viaje del regreso, no es un viaje de vuelta; es un viaje de ida, el primer viaje, el viaje. Después de Cavafis, sin embargo, es difícil leer a Homero, y toda la tradición del tema odiseico en la literatura y el arte, sin pensar en Ítaca, es difícil no entender aun el viaje del regreso como parte del gran viaje, del prístino viaje
[…] no se trata de cualquier viaje. ¿El viaje a la libertad? ¿A la utopía? ¿La Ítaca del deseo? La voz poemática se dirige en segunda persona del singular al propio Odiseo y a cualquier persona que oiga y escuche. Y caben -¡naturalmente- matices e interpretaciones. En todo caso, Ítaca está reñida con el conformismo, con los convencionalismos.”



No es habitual que, cuando un editor te envía uno de sus libros “por indicación del  autor” (o traductor en este caso), lo haga acompañándolo de una carta que contenga apreciaciones literarias. En este caso, Diego Moreno se ha demorado en señalar certeramente la importancia y la actualidad de la voz del poeta de Alejandría:

“Su poesía, alejada del lirismo, objetiva y narrativa, trata de la vanidad del poder y la soledad de los ciudadanos, del amor y el placer, de la dignidad de los perdedores, de la creación artística.”





En este año que se anuncia cavafista (mi buzón espera con ansia la traducción de Juan Manuel Macías en Pre-textos), apunto aquí mis propias reflexiones*. que se mueven en torno a Cavafis como artesano exigentísimo; como  creador de personajes (la ciudad son los hombres) y como reformulador de lo trágico en tono menor, el único posible en el siglo XX:  


“Uno de los aspectos más atractivos de la figura de Constantino Cavafis es sin duda la consideración de su trayectoria como creador. Los poetas, en su mayoría, suelen vivir el desarrollo de su obra como un proceso que podríamos llamar orgánico: germinan, maduran, producen algún fruto esplendoroso, se reproducen (es decir, se repiten; a veces de modo lamentable), decaen, van muriendo. Muchos se han agostado mucho antes de dejar de escribir. […]
El caso de Cavafis es singular: el paso de los años no aminoró su fuerza creativa ni su nivel de autoexigencia; antes al contrario: cada nuevo poema publicado es más fresco, más desnudo; avanza por un único cauce que no se ramifica, es cierto, pero que aporta unas aguas continuamente renovadas. Su trayectoria no sería orgánica sino heroica en el sentido primigenio del término: Cavafis, que a menudo desmantela implacablemente la vanidad de los falsos heroísmos, parece concebir su tarea de autor como una empresa elevada, como una hazaña por supuesto solitaria como la de los antiguos héroes.
¿Qué elementos consideró Cavafis dignos de ser retenidos en sus poemas? […] Los personajes que habitan los poemas de Cavafis encarnan de modo ejemplar ese talante de creador de un mundo único y ese rigor antes mencionado. Las voces múltiples e indefinidas que pueblan sus primeros tanteos devienen personajes inconfundibles e intransferibles del drama cavafiano, personas en sentido etimológico. Creo incluso que los personajes tienen una consistencia propia que no tiene el escenario, la ciudad. La ciudad de los poemas de Cavafis es mucho más neutra, más moderna que esa Alejandría cavafizada, legendaria, que estamos acostumbrados a imaginar y que es sobre todo un espacio nostálgico secundario creado a medias por E. M. Forster y por L. Durrell. En cambio, los jóvenes de veintitantos años, los gobernantes sorprendidos en momentos críticos, las reinas altivas o el viejo solitario que medita sobre su juventud desperdiciada son personajes míticos y Cavafis es su propietario absoluto. Y es que, como sucede siempre entre los griegos, la ciudad son los hombres, no los templos ni las calles ni las plazas.
[…]
Recordaba Seferis que alguien dijo que los poemas de Cavafis eran como pedestales sin estatuas. Así es, pero sin que haya en ello nada despectivo: no hay estatuas porque ya no puede haberlas. Cavafis habla en sus textos de la tragedia del vacío.
George Steiner ha dicho que la tragedia no es viable en nuestros tiempos. La tragedia verdadera, alimentada con la noción de fatum, de destino trágico, está condenada a no arraigar en el siglo XX. El materialismo, el escepticismo de la época imposibilitan la aceptación del fondo irracional y del sentido del misterio que nutren el género trágico. Quizás sea un pensamiento como el que sostiene los poemas de Cavafis lo más próximo a ella, el producto contemporáneo que la sustituye. Quizá en su reflexión emocionada sobre el poder y sus límites, sobre el destino, en esa meditación radicalmente seria, interrumpida a veces por ese gesto cavafista, la epoché, la suspensión del juicio de los escépticos antiguos-, quizás ahí haya que buscar el sentimiento trágico superviviente. Suspender el juicio: rien de plus cavafiste.

Aurora Luque

* El último peldaño: una lectura de C.P.Cavafis
Comunicación en el II Coloquio sobre Grecia, organizado por la Universidad de Málaga bajo el lema C.P. Cavafis: modernidad y canon literario / poética –traducción – recepción, Málaga, 1998. Publicado en Una extraña industria, Universidad de Valladolid, 2008










domingo, 25 de octubre de 2015

EL POEMA DE LA SEMANA PARA USO ESCOLAR, 1


Sor Juana Inés de la Cruz y su defensa del cultivo de la inteligencia: 


Quéjase de la suerte: insinúa su aversión a los vicios 
y justifica su divertimiento a las Musas
SONETO

En perseguirme, mundo, ¿qué interesas?
 ¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
 poner bellezas en mi entendimiento
 y no mi entendimiento en las bellezas?

Yo no estimo tesoros ni riquezas
y así, siempre me causa más contento
 poner riquezas en  mi entendimiento
 que no mi entendimiento en las riquezas.

Y no estimo hermosura que, vencida,
 es despojo civil de las edades,
 ni riqueza me agrada fementida,

teniendo por mejor, en mis verdades,
 consumir vanidades de la vida
 que consumir la vida en vanidades.





Lo adobamos con unos párrafos entresacados de la novela Amar tanta belleza*, de Herminia Luque, una obra de ficción que recrea un episodio de las vidas de María de Zayas y de Ana Caro de Mallén, escritoras del siglo XVII tan hambrientas de literatura como Sor Juana. Una novela para viajar a zonas que otros autores y todos los cronistas dejaron en penumbra y en tiniebla, en la que se escuchan los anhelos y las ambiciones de los espíritus antes que los sables chirriantes de alatristes y águilasrrojas:


"Hecho milagroso que este mundo de penalidades también contenga el contento que nunca se acaba -a diferencia de tantos otros- que es el de la lectura"
...

"Yo quiero los ojos para ver la vida, no para ver la muerte. Yo quiero los ojos para disfrutar de la belleza del mundo, para leer mis amados libros. Para escribir mis versos. (Aunque novelas ya no escribiré más. Para qué. Las damas de estos tiempos no quieren ser advertidas ni enseñadas. Es mejor nadar en la ignorancia de la vida, empocilgarse en ella. No leen ya las mujeres otra cosa que no sea libro devoto. Y esto por temor de Dios más que por gusto. Se divierten más con trapos y chapines que con novelas. Les resulta más placentero pasar la yema de los dedos por los hilos de un bello tabí o un brocado espeso, que pasar la vista por los renglones de un libro). Yo quiero gozar cada minuto con estos deleites, los de escribir y leer, que, por permitidos, no son menos. Y dormir, para qué. Cuán inútil parece. La vida es tan rica, cada minuto tan precioso que eso de dormir tantas horas es un dispendio terrible, algo injustificable. Hay tantas cosas que hacer, tantos libros que leer y, sobre todo, tantos versos nonatos en mi cabeza que temo no tener tiempo de pasarlos todos al papel. Tanta belleza que disfrutar, tanta belleza por crear. Tanta belleza por amar."


















sábado, 24 de octubre de 2015


DEL BAÚL DE POLIMNIA, 0


Una paradoja: en una agenda griega de 2014, un poema, "Lotofagia", que invitaba a desobedecer a las agendas, a desapuntar las tareas, a la desmemoria de lo inútil, al descarte de las irritantes medusas de la rutina, a arrojar por la borda los lastres que nos hunden. Suave desmemoriar, último vino.


                                   

                                          Lotofagia


                y el que de ellos comía el dulce
               fruto del loto ya no quería volver
              a informarnos ni regresar, sino que
               preferían quedarse allí con los Lotófagos
               arrancando loto, y olvidarse del regreso 
Odisea, canto IX


Tardamos tanto a veces
en entender un verso releído.
Homero puso tantas palabras en la orilla.
Podrías ser el loto que Odiseo
nunca llegó a probar: ser la misma sustancia.
De qué pueden, si no,
estar hechos los lotos. La botánica tiene
libros de magia negra, herbarios mitológicos,
raíces que sin duda se extienden bajo el mar.
Sus compañeros nunca lo contaron
y no narran tampoco los mitógrafos
las horas que preceden al olvido.
No se supo qué rito de ebriedades
llevó a la desmemoria,
qué locura quebró los mascarones
e hizo arrojar los remos a lo lejos:
cestas llenas de loto, regazos y manteles,
pétalos desbordados por la proa,
el polen prisionero de la piel,
su vendimia jugosa,
recolección de tallos y rocíos,
redes que sólo alzan lotos frescos y tóxicos,
las manos transparentes como copa solícita.
Una flor masticada como ungüento de olvido
o una piel como fábrica
de olvidar los regresos.

Tardan tanto los versos releídos
en encontrar el cuerpo que los narre.













viernes, 23 de octubre de 2015


HIMNO A LA LENTITUD, 1


Wendy nunca sufre la resaca
o Lo mucho que la literatura nos embellece la vida


¿Hay mayor ocasión de festejo que el reconocimiento público de una persona con talento que a su vez reconoce, celebra y agradece el talento de otra que le ha precedido?  Es tan frecuente ver cómo se homenajea a los mediocres o cómo los mediocres alaban a los brillantes para encumbrarse ellos que, en las raras ocasiones en que asisten la justicia y la verdad, todos nos merecemos un brindis muy alegre y muy ruidoso. Viene esto a cuento del premio Unicaja de artículos periodísticos que estos días ha recaído sobre el periodista Cristóbal González Montilla y sus “Tres gin tonics con Wendy”, el relato* de su encuentro con Ana María Matute en el año 2010, cuando la invitamos a dialogar con Ana María Moix en el ciclo Vidas cruzadas desde el Centro Cultural Generación del 27.
Cristóbal ha registrado maravillosamente, con una mezcla de asombro y de candor matutiano, ese halo de magia personal, de ilusión literaria, de pasión por los mundos imaginarios que con tanta fuerza contagiaba la Matute a quienes la trataban. Adjunto un fragmento memorable y unas fotografías de los días que siguieron al de los gintonics, en las que puede constatarse que toda Wendy que se precie está eximida de padecer resaca, ya beba tres gin tonics, ya dos whiskys, ya tres riojas… En sus últimos minutos en Málaga, antes de tomar el tren, Ana María Matute quiso saludar en persona a Hans Christian Andersen.


«Yo siempre he querido ser una Wendy, el personaje de Peter Pan, tómese algo por favor...», continuó como si quisiera festejar aquella confesión. Insistió con tanto ahínco que, por más que rechacé la invitación, me convenció para que llamara al camarero. «No sé si tomar un café o un gin tonic, déjeme que lo piense». «No piense nada, pídase un gin tonic y, si no le importa, en vez de pedirme otro, yo bebo del suyo», contestó antes de iniciar el ritual que repetimos hasta tres veces en aquella inolvidable merienda con ginebra que me hizo recordar, bastante tiempo después, que tenía uno de los trabajos más bonitos del mundo.
Pocas veces había oído respuestas tan brillantes, tan poco enlatadas, tan transparentes y arrancadas del alma, y, encima, cada vez que llenaba mi vaso ella me lo pedía prestado, le daba un trago y luego lo arrastraba con puntería hasta mis manos. Era como un juego. Ella se divertía como una eterna niña traviesa, y hasta me hizo prometerle que en la entrevista del periódico escribiría algo de aquello. «Rebelde se puede ser siempre, hasta que te mueras. Hay que ser rebelde hasta para no tomarse los medicamentos que te manda el médico, e incluso para beberse un buen gin tonic. A mí no me manda nadie».









Y a modo de último trago, aquí va, bajo especie de poema, mi homenaje personal  a Jujú, el personaje de Ana María Matute que tanto me acompañó a mis once años:



Los postres de Jujú

La infancia es el desayuno de la vida
(de un anuncio publicitario de cacao soluble)

Hubo un sueño de leche primordial,
una savia gentil, un frescor de los días,
una ya nunca usada nitidez de las horas.
Tomábamos puleva de vainilla:
era una leche que sonaba a ruso
pero sabía a calle de verano.
Los nombres rutinarios
no aplacaban la fuerza de las cosas.
Y te envolvía el sol y te quemaba,
con su zumo dorado,
en el vaso gigante de las horas disueltas.

Mas poco a poco algo se enturbiaba.
Había indicios de calcificación,
de estancamiento, las médulas caían
prisioneras del hueso.
Cuando ya comenzábamos a saber que tendríamos
que relegar en libros a la felicidad
en tanto que plausible inmediata
acudió el polizón
del fabuloso Ulises en mi ayuda.
Marco Amado Manuel, según Ana María
Matute, su madrina,
anhelaba la mar; yo quería tan solo
compartir el desván, el astillero
imaginario y libre de Jujú,
su bañera de grifos con ojos de dragón.
Y la lista suntuosa de postres semanales
que mi amigo tomaba al otro lado
de las páginas fieles
(pastel de almendra el lunes,
peras con crema de limón los jueves…)
quedó como una fábula
de aquellos insaciados apetitos antiguos

Avanzó la jornada, se culpabilizó
nuestra imaginería de las hambres
-sueños las llaman otros.
La vida pasó a ser dieta y descuento,
presunta heroica dieta, resumida
en la doma y la cura del deseo.
Aplacar y saciar, nutrir, dejar morir.

Y ahora es ya la hora
de los preparativos de la cena.
El triste aperitivo,
y elucubrar qué última ración.
Jamás nos embarcamos con Jujú en la bodega.
No fuimos polizones del Ulises,
apenas si pilotos de la propia bañera.
Sólo nos queda el acto de brindar.
Una copa nocturna.
Un golpe de calor
de una vieja vendimia.
Hielo desmesurado.
                                     Fin del día.




*http://www.elmundo.es/andalucia/2014/06/27/53ad3c4222601d827d8b4578.html