UN APARTAMENTO EN BABEL, 2
Un poema a tono con estas fechas lúgubres de la hiperdecadente Renée Vivien*:
La
Plañidera
Vende a los transeúntes su llanto mercenario
como otras el incienso y el olor de los besos.
En sus ojos calmados ya no arde el amor.
Su ropa tiene el pliegue rígido del sudario.
[...]
De noche, cuando cesa el olor de la aguileña
y acude a iluminar los prados la luciérnaga,
se tiende entre los muertos que antes ha llorado
–entre reyes sangrantes y entre pálidas vírgenes.
Al pie de los cipreses –apagadas antorchas–
se acerca a compartir su lecho deseado.
La sombra sin lamentos del sepulcro la colma
con extintos deseos y olvidados gemidos.
Acude a prolongar su sueño solitario,
borracha de lujurias y de vagos calores;
a sentir, con el rostro afiebrado de flores,
los antiguos placeres que duermen bajo tierra.
La
Pleureuse
Elle
vend aux passants ses larmes mercenaires / Comme d’autres l’encens
et
l’odeur des baisers / L’amour ne brûle plus dans ses yeux apaisés /
Et sa robe a le pli rigide des suaires.
[...]
Vers le soir, quand décroît l’odeur des ancolies /
Et quand la luciole
illumine les prés, / Elle s’étend parmi les morts
qu’elle a pleuré, / Parmi les
rois
sanglants et les vierges pâlies;
Sous
les cyprès qui semblent des flambeaux éteints / Elle vient partager
leur couche désirable, / Et l’ombre sans regrets
des sépulcres l’ accable /
De sanglots oubliés et de désirs atteint.
Elle y vient prolonger son rêve solitaire / Ivre de
vénustés et de vagues
chaleurs, / Et sentir, le visage enfiévré par les
fleurs, / D’anciennes voluptés
sommeiller dans la terre.
*La pasión se contempla en Vivien como
destino absoluto.
Unos textos se proponen la glorificación
sin trabas del puro
impulso pasional. Otros, en cambio,
constatarán la destructividad
inevitable de la pasión así asumida.
Este programa vital
provoca un brusco choque frontal contra
la realidad y sus rígidos
compartimentos. Renée Vivien, que no se
adaptó ni a
su país natal, ni a su familia, ni a los
usos amorosos y sociales
de su época y ni siquiera al nombre que
le impusieron, tampoco
adapta su escritura a las convenciones
esperadas.
Por todo ello, Vivien no podía
incorporar la ciudad como
territorio propio al modo baudelairiano:
su poesía es antiurbana.
Las excluidas no encuentran lugar en la
plaza pública; a
lo sumo reivindican el jardín, una
extensión del recinto privado:
«El mundo es un jardín de placer y de
muerte».
Fracasados los refugios ideales –la
noche, el vino, Lesbos,
los interiores decadentes, los jardines
privados, las fantasías
del más allá o del futuro–, sólo queda
la fruición en la idea
de la Muerte, cada vez más presente en
sus libros. «Let the
Dead bury their Dead», un poema con resonancias bíblicas
y título inglés –lengua materna al fin–,
ejemplifica el fervor
tanático de Renée Vivien. Su insistencia
rebelde en no adaptarse
a un mundo que no reconocía sus anhelos
la obligó a la
autodesaparición y al sacrificio de sus
sueños:
Llega la noche. Voy a sepultar mis
muertos:
ensueños y deseos, dolor,
remordimientos.
Todo el pasado. Voy a sepultar mis
muertos.
(RENÉE
VIVIEN, Poemas, traducción y prólogo
de Aurora Luque, Igitur, Tarragona, 2007)
Collar con murciélagos de lapislázuli que perteneció a Nathalie Barney, amante de Renée Vivien.
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