Un apartamento en Babel, 6
LUISA SIGEA, SENDERISTA EN LA SINTRA DEL SIGLO XVI
Un brindis por Juan Manuel Macías, poeta, traductor, editor y tipógrafo, cartaginés de origen y filoheleno irredimible refugiado en esas sierras de Madrid, que nos ha regalado este año el número siete de Cuaderno ático, una de las revistas más exquisitas y rigurosas que hoy se puedan leer en castellano.
Se entra por aquí
http://www.revistacuadernoatico.com/2016/11/20/llega-el-numero-7-de-cuaderno-atico/
y se sale a lugares maravillosos. A la verde Sintra, por ejemplo, de la mano de una guía excepcional, Luisa Sigea, una dama muy sabia y por tanto muy hambrienta de conocimientos (pero casi desconocida hoy), que se abismó en una gran crisis de melancolía y frustración. El mundo sucio y despiadado de las intrigas cortesanas no dejó resquicios a sus ansias de vuelo intelectual. Fue políglota, pero no hemos escuchado su voz en muchos siglos.
Aquí, warholizada:
LUISA SIGEA
Luisa Sigea se encuentra entre quienes soñaron el sueño del
Humanismo en la
Península Ibérica. Nacida en Tarancón hacia 1522, participó
del vértigo de saberse viva en una época nueva que se maravillaba ante los
logros de los autores de la
Antigüedad y ante la claridad, belleza y utilidad cívica de
sus textos. Se leía entonces a Petrarca para aprender a conversar con galanura
y un Ovidio revitalizado entraba y salía de los aposentos. Las epístolas de los
amantes de las bonae litterae cruzaban Europa: triunfaba el diálogo como
ideal forma abierta. Sigea, la “Calíope Lusitana” soñó, como Erasmo y Petrarca,
con la posiblidad de conciliar a los autores cristianos y a los filósofos
paganos, y lo intentó con pasión en su Colloquium de vita aulica et privata,
un diálogo en el que dos mujeres jóvenes, Blesila y Flaminia, discuten
eruuditamente sobre las ventajas e inconvenientes de la vida activa y de la
retirada. En 1546, Sigea escribió una carta en cinco idiomas al Papa en la que
sólo mencionaba a los dioses paganos. Vivió el momento único y luminoso en que
Garcilaso veía con deleite brotar del Tajo las rubias cabelleras de las ninfas
y convocó también ella a las ninfas fluviales en su largo poema latino titulado
Sintra.
Luisa Sigea participó, más tarde, en el amargo despertar a una
época de sueños frustrados. A lo largo de la década de los 50 vio caer en las
listas prohibitorias de la
Inquisición muchos de los libros más amados, y vio caer en
desgracia a muchos sabios libres, como Juan de Vergara, con quien se carteaba.
Su inmensa formación no halló nunca el reconocimiento merecido: tras trece años
como preceptora junto a los reyes de Portugal, la Corte de Felipe II decidió
prescindir del granado talento de Sigea.
Tal vez al final de su vida Luisa Sigea sospechara con
melancolía que había soñado sus sueños en tierra de nadie por partida triple.
Con un padre oriundo de Francia, su vida discurre entre España y Portugal:
Toledo, Lisboa, Sintra, Burgos, Valladolid. Opta por el latín como lengua literaria,
aunque escribe muy cuidadas cartas y poemas en castellano. Si a ello se le suma
su condición insólita de fémina casi única en una comunidad de sabios varones
que viajaban y estudiaban en diversas ciudades europeas, se entiende que Sigea
tuviera todos los votos para ganarse un no-lugar en la rígida historia
literaria española de los siglos venideros.
Pero ahí
están sus cartas, su diálogo, sus poemas en castellano y en latín. Sintra es su más notable composición
poética, un poema en latín formado por cincuenta y cuatro dísticos elegíacos
que debe su título al escenario descrito en los versos, el paisaje boscoso,
húmedo y agreste de la ciudad de Sintra, residencia entonces de los soberanos
portugueses. Se trata de una obra cuya motivación cortesana no oculta la
vigorosa personalidad de la autora...
(...)
Sintra
Allí donde sus
rayos deposita el Sol de los veranos,
allí, junto a
las costas de poniente –cuando al día
va cubriendo
la noche y avanza hacia el océano
el astro
transportado en carro de marfil,
y baña sus
caballos en el mar, cansados de la ruta-
se descubre un
lugar: un valle allí escondido
entre peñascos
vueltos hacia el éter
reclina sus
laderas -murmura dentro el agua...
(continuará...)
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